domingo, 27 de mayo de 2007

ALEJANDRA PIZARNIK


NADA


El viento muere en mi herida.
La noche mendiga mi sangre.


(De Las aventuras perdidas, 1958)


A la noche siguiente

Es la otra cara de mi desastre, la belleza de la que (injusta o cabalmente, según se entiendan las expresiones de edulcorante sentimental) no les hago partícipes:




Si Tú no estuvieras, ¿a qué llamaría Vida?

Publicar debilidades

y seguir estando sola.

Pero no, tú dices que no hay derecho, que no más noches de hospital, que a la próxima no estarás a mi lado (y sé que es mentira, que el miedo y el espanto trastocan tus palabras). Y qué, para qué el amor misericordioso, si seguiré sintiéndome tan amargamente sola.

Un día y otro y otro. Todos igualmente opacos, grises, sucios, tediosos. No hay amigos para los sábados por la noche, no hay amigos para las tardes de domingo, no hay nadie para mis paseos al parque, para compartir un café que no sea bebido en dos o tres tragos, para la otra silla siempre vacía, para la conversación idiota, radiante, chisposa, apenada, nadie para mis visitas a las ferias, para las noches de teatro, para mi interés de ciudadana intelectualmente mediocre, nadie para buscar conmigo aquellas zapatillas de lunares, para fotografiarme según mis dictámenes de expresión plástica (la opción automática de mi cámara no da los resultados que preveo), nadie para planear una acampada, la entrada a un concierto, nadie para arroparme en aquellos festivales a los que todos fueron alguna vez , nadie, regresando a las poses idiotas, nadie para desbancar mis solitarios planos. Nadie para volver conmigo a barcelona, a salamanca, a París. (Esas ciudades se me caen encima si las recorro sola) . Nadie para planear sobre un futuro más largo, nadie para alejarme de los motivos de mi tristeza, nadie para arrancarme los singulares en primera persona, nadie para ofrecerme una señal tangible o invisible, una propuesta, un enlace a las vidas que me rodean llenas de gente, llenas de planes, llenas de personas unidas con las mismas mediocres inquietudes estúpidas o artísticas. Nadie para musicalizar el silencio extremo de un teléfono inerte e inservible (y encima me pasan 9 euros de factura por mantener la cuota de un contestador de negativas), nadie para contar conmigo, para esperarme en la próxima fiesta, para escuchar mis propuestas y hacerme parte del mundo por un rato. ¿Dónde están los que un día me tuvieron? ¿Por qué no responden cuando los requiero?

En fin, no es grave enfermar de tristeza, no, qué va, en una veintena de años apenas he sentido algo más. ¿Y dónde se me dará el motivo para no creer lo que estoy diciendo? ¿Dónde están las otras voces?

Aquí nadie me espera, allá tampoco. ¿Dónde, coño, dónde?¿Dónde pasaré mi tiempo sin envidiar vidas ajenas, sin colorear la muerte, sin nombrarla como último cobijo y propósito? Sé bien que soy injusta contigo, que te aparto para nombrar la soledad y mi propia pérdida, porque tú me ves riendo y no me destronas cuando agacho la cabeza, mientras me ahogo por la ansiedad de no reconocerme, de no saberme plena. Sin embargo tú, que dices que éste será nuestro secreto, que nadie se enterará de mis noches a la sombra de una horca, que las salas de urgencias sólo fueron un error de compostura, ¿por qué no me arrancas la pantalla y su teclado de mi alcance? No hay nada que me haga sentir peor que hacer partícipe a los otros de mis debilidades más terribles. Y no obtener respuesta.




sábado, 26 de mayo de 2007

Y si viene él no le digas nunca que estoy...


No fuerces las comillas. Ahora empiezo a tener tanto sueño. Amor mío, a partir de ahora ahorrarás por fin en luz, ya no quemaré más tus bombillas, ya no alborotaré tu orden ni tu silencio.

Tanto sueño...




Desgranándome


Más duro que elegir morir es elegir el lugar del reposo. No aquí, su respiración durmiente me hace trizas, dudar si apagar la luz, o vivir encendida, con él, que intentó dármelo todo, extraerme cada tralla de abandono, no permitirme ni un segundo de amargura. Pero no puedo toda la vida anestesiándome el pálpito, nunca seré, nunca, otra que un proceso dolorido, un cuerpo incómodo, siempre en busca, oposición, incoherencia, sed atroz, mano afilada. Dónde, aquí, y ahora, aunque al amanecer sea sólo él quien empape y agite violentamente mi derrota.

60 mg (x 24)


Desgarro el papel usado, empapado, único cuerpo entre mis manos. Pero inerte. ¿Ésta es mi vida? no la quiero, no más pozos, no más sombras, no más canales cortados, no más llanto sin alivio. Insoportable gravedad de ser quien se consume, la niebla que se expande, el círculo que empequeñece. No es ésta la vida que yo quería, no la quiero, no, no la quiero. Tanta soledad en el desgarro. El cuerpo de un pájaro que tiembla, mi voluntad de matar, quebrar la espina, erguir el duelo, clavarme en las consciencias. Y mañana otro día opaco, pero esta noche se desborda por un dolor que no controlo. Agua, todo es agua estancada, fétida voluntad de permanecer, ¿dónde la salida? ¿dónde el abrazo que reclamo? Huir o sólo marchar, sin la carga del cobarde, del rendido, del marcado con el fuego del desastre, terminar con todo, renacer en otro tipo de miseria, pero que nadie me falte, que yo no me falte. 


Todas las pastillas en un golpe de esperanza, se lavó los dientes y se fue a dormir.




sábado, 19 de mayo de 2007

ANTONIO GAMONEDA (II)


Nuestros cuerpos se comprenden cada vez más
tristemente, pero yo amo esta púrpura desolada.

Ah la negra flor de los dormitorios, ah las pastillas
del amanecer.


(De Libro del frío)


domingo, 13 de mayo de 2007

MARINA TSVETÁIEVA


Ya es hora. Para este fuego
ya soy vieja.
El amor es más viejo que yo.
Tiene cincuenta eneros
la montaña.
Más viejo es el amor:
viejo como un fósil, viejo como una sierpe,
más viejo que el ámbar de Livonia,
más que los barcos fantasmas,
más viejo que las piedras, más viejo que los mares...
Pero el dolor que hay en mi pecho,
más viejo, más viejo es que el amor.

23 de enero de 1940



miércoles, 9 de mayo de 2007

Legítima Indefensa


Quien dudó, quien dijo que no era sincera en mi verbo hecho tragedia
(hipócrita y rencorosa, láminas de una puerta batiente que a nadie golpea)
es, sin duda, porque nunca llegó a conocer el acto: esta honda cicatriz
en mi muñeca izquierda.




viernes, 4 de mayo de 2007

AMALIA IGLESIAS Y LOLA VELASCO


Quienes amaron
esquivan
estrellas bajo el techo.

Por dentro,
un resplandor ausente,
un largo paisaje
que jamás traiciona.

Todo lo que se aprende
de la pérdida,
se expresa sin voz.

La distancia no está sola,
es una nube acercándose
a tu mal de altura.


(De Intravenus)





"Calles de Madrid"



No he podido resistirme a preguntarle a la chica del bolso verde bordado, de espejitos, tan llamativo y bonito como para atraer únicamente él la atención, no ya dónde lo compró, curiosidad rutinaria en mi trabajo (sólo nos importa la fachada, la apariencia, lo fastuoso y rabiosamente banal), sino si era ella realmente quién creía. Pero siempre fallo en el mismo punto, no sé formular las preguntas. "¿Has salido en alguna película? Bueno, mi hermana Lucía es actriz, mer habrás confundido con ella."
Sí, y conocida, pero no me refiero a ella, aunque ahora me has revelado otra noticia, otro enlace y "sois tan parecidas", pero no, no me refería a ella, sino a ti. Nada más una película, género indefinido, porque me tiembla la lengua sólo de apoyar el nombre clave.


Ella también ha conocido mi torpeza profesional, le traje una talla equivocada, aunque estaba tan nerviosa que ni reparé en cuál era. Mañana, quizá, venga a buscar el vestido que todavía no había, que me encargué de dejarle apartado. Pensé en anotarle en la hoja de reserva el título que la conviertiera en protagonista, ese nombre clave que no me atrevo a pronunciar, porque me duele, porque él me defraudó, porque si fuera tan majo como lo es esta chica, aún seguiríamos siendo extraños amigos, suavizaría también mis errores. Sin embargo hay una parte que no comprendo, que estoy interpretando a mi manera, por eso mejor que adopte la rutina y lo pase. Ella saldrá con su bolsa pensando que soy una chica más, una más que la confundió con su conocida hermana, que sólo atiende a errores de talla, de falta de género en su no cualificada jornada completa, que nada en el mundo puede relacionarnos, ninguna melodía, ninguna película, menos aquel tipo que le escribió su texto, que abortó el mío, si acaso un gusto común en elegir vestidos, y ese bonito bolso verde con cristales.



martes, 1 de mayo de 2007

Ausencia de vos (a la manera del film)


La ausencia, la tormenta.

El mar, la desposesión,
la lejanía.

Insaciablemente maravillosa.



Oliveira (Darío Grandinetti) recitando Poco se sabe de Juan Gelman en El lado oscuro del corazón, de Eusebio Subiela.