viernes, 27 de febrero de 2009

Faltan aún horas y horas



dijo Rhoda, para que llegue el momento en que pueda apagar la luz y yacer suspendida en la cama sobre el mundo, antes de que pueda permitir que el día se hunda, antes de que pueda permitir que mi árbol crezca, tembloroso, en las verdes espesuras sobre mi cabeza. Aquí no puedo dejarle crecer. Alguien lo aplasta. Hacen preguntas, interrumpen, lo derriban.

(Virgina Woolf, Las olas)







lunes, 23 de febrero de 2009

Un tranvía llamado deseo (restos de un sueño)


Interior de un tranvía francés. Me cruzo con una fila de 4 o 5 hombres de distintas edades. El último que aparece es el Maestro. Me pregunta dulcemente "¿qué te ha pasado?" mientras me toma de la muñeca para arrimarme a su pecho. Me besa el pelo. Trepo hasta sus ojos, azorada y me agito sobre sus mejillas.

Despierto con un peso muy profundo, con una mano estrujando un cuerpo, asfixiando cuellos, gargantas, escurriendo un paño húmedo a la altura de donde creo que anda el corazón.
De repente oigo el pitido del tren (vivo justo al lado de la estación) y es cuando he comprendido qué ha significado esto. Se marchaba hoy hacia Madrid en el tren de las 9.25. Dijo que probablemente no volviese nunca.


El pájaro joven se angustia


Cayendo de su rama-precipicio,
el viento y el vacío como lámina afilada
cortando su pequeño corazón
al ritmo del descenso.

No sé qué ocurrió durante el sueño
para que hoy la soledad sea tan insoportable.




domingo, 22 de febrero de 2009

En la ciudad de Silvia




 José Luis Guerín, En la ciudad de Sylvia (2007)


Buscando el mismo rayo de sol incidiendo en su pelo, el mismo suave movimiento de sus manos, de su cuello batiendo el aire, el cielo, la misma mirada de amor incipiente, la música de su silencio, el recuerdo con el que te sigo haciendo mía, aunque sólo fuera un momento, aunque tú no seas ella...




sábado, 14 de febrero de 2009

ALFONSO COSTAFREDA


CUARENTA INVIERNOS


De nuevo mi garganta
lucha por respirar,
el tranvía nocturno
suena como un tambor,
más de cuarenta inviernos
puedo contar aquí.

Misericordia, pongo
mi cuerpo a cuatro patas,
dibujo sombras, desciendo muros.
Fingiré la demencia,
otros cuarenta inviernos
que no me obliguen a vivir.



(De Suicidios y otras muertes)


lunes, 9 de febrero de 2009

Panal quebrado


La tierra se abre a su pequeño paso. Cientos de avispas se arremolinan en torno a su cuello. Aprieta los labios, los puños, cierra los ojos, coagula el llanto. Consciente del tiempo, del atardecer continuo, no sabe por qué durmió toda su vida durante el día; tampoco entiende en qué consiste la noche, cómo juegan sus animales. Desconoce la tierra y teme la amenaza del vuelo, pero les muestra a los aguijones afilados, envenenados, la vena más palpitante. (Hay una pasión que de enmudecerla desaparece). Tan pronto para el mármol, para ahorcarse entre raíces. Tan tarde para el nacimiento, para allanar el suelo beso a beso.Tan muerta y tan viva que el pecho le estalla en la tercera picadura.



OLVIDO GARCÍA VALDÉS (II)



El pez asoma y escucho la pregunta
por si duele vivir. Si pesa
una pena tanto
como otra pena, si arrastrar los pies
durante un día requiere la misma resistencia
que otro arrastrar de pies. Porque han vuelto
estos grumos, estos gusanos
pura luz de tan verdes, tan violentos
y dulces, y la brisa riza el agua
ahora que sube la marea.



(De Y todos estábamos vivos)




martes, 3 de febrero de 2009

Subterránea de mí


y sólo porque me escuecen los ojos
(son tantos los trozos de mí que quisiera arrancarme)
no habrá exhibición pública de lamento.

Dormir lo cura todo, dormir.


Mi matrioska herida