Se empeñó la mujer desubicada de vientre desahuciado en ser pez.
No en morir, porque sabía que estamos saturados de tragedias y era considerada. No morir ya, pero nadar,
nadar rozando sedimentos ancestrales, la única paz de lo insondable, nadar.
Agua y no pelo ni rostro ni peso ni cuentas ni palabras.
Nadar.
Se acercó y la humedad le taladró los huesos de secano.
Y la imposibilidad la devoró como una fiera
marina.
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