sábado, 31 de diciembre de 2016

Las vencidas



Todo día es un ensayo de tinieblas, de imponer un olvido tras otro olvido mientras se atraviesa, de puntillas, un campo minado.
Cada día es un recordatorio de imposibilidad para los vencidos. 
Día a día, un rostro se dibuja con pigmentos de sangre mostrando el revelado de la escena de aquello que, sin embargo, nunca ha de olvidarse: la sombra diminuta de un cuerpo mutilado que perdió batalla de vida contra su madre.     El silencio helado de esta zanja. 




H. Górecki, Sinfonía n.3, Op. 36




lunes, 26 de diciembre de 2016

Marinas


Costa de la luz


I

El horizonte partido.
Un pez plateado
cortado por la mitad.
Su sangre iluminada
llenándome los ojos,
cayendo gota a gota
en el cuenco metálico
de mi sacrificio.






II



La luz derramándose
en las aguas oscuras
del último invierno.




III


Cerrar los ojos y oler las olas:
ondulación vibrante de la música
                                      de mi muerte.












sábado, 24 de diciembre de 2016

Sanar






Silenciar tu música.
Silenciarte.
Borrar así tu huella.

Limpiar la herida.









sábado, 17 de diciembre de 2016

GERTRUD KOLMAR


SIN FRUTO

Las mujeres del oeste no llevan velo.
Las mujeres del este se lo quitan.
Quisiera esconder mi rostro bajo un velo oscuro;
pues ya no es agradable a la vista, ya no es hermoso, está grisáceo,
   agrietado, como las piedras de un fuego exangüe, frío.
Mis cabellos, espolvoreados de ceniza.

Así quiero esperar sola en el crepúsculo en el banco estrecho,
   de alto respaldo,
así quiero quedarme sentada, mientras la noche vacilante
    se hunde a mi alrededor ,
un velo negro.
Me envuelvo en él, cubro mi rostro.

Pero mis ojos están fijos...

Veo. Siento:
por la puerta cerrada entra sin hacer ruido
un niño.
El único que me estaba destinado y al que no he dado a luz.
Al que no he dado a luz por culpa de mi pecado. Dios es justo.
Y yo guardo silencio y no me quejo, llevo y escondo su cabeza,
   y así puedo buscarla 
alguna noche.

Un varón.

Sólo ése: tierno, mudo, implorante, con suaves, sombríos rizos, 
bajo la frente morena los ojos verde grisáceo de mares
  desconocidos de aquel al que amé,
  al que todavía amo.
No me teme, no retrocede tembloroso ante las caricias
  de los labios, de las manos ajadas.
Se acerca, su terciopelo azul roza mi brazo, y sus dedos
 pequeños, juguetones, me agarran el alma,
la afligen.
A veces me trae su canica, la oscura, con vetas doradas,
  la llamada ojo de tigre,
o  también una flor, un pálido narciso,
o una caracola, rojiza, con verrugas. La alza con delicadeza
  hasta mi oído, y yo escucho el murmullo.

Una vez
en mitad de la noche, una noche de invierno,
me desperté y miré a través de las sombras:
el que me amaba descansaba sobre mi lecho y dormía.
Su respiración era el murmullo de una caracola en medio del
  silencio.
Escuché con atención.
Dormitaba profundamente, protegido de ese modo por mi amor,
entre sueños que desplegaron sobre él las alas púrpuras, como 
  el jugo de la granada llena de semillas
  que habíamos compartido.
Paz.
Yo era feliz y me levanté y me senté, orando con fervor,
e incliné de nuevo el rostro y lo apoyé en mis manos y balbucí
  un agradecimiento tras otro.
De mi sangre
brotó una rosa...
Ésa fue la noche del origen,
que quiso la bendición, noche de la súplica no susurrada, pero yo 
  no te engendré.
Mira a tu madre llorando...
También tú morirás.
Mañana cogeré una pala y, bajo los arbustos de bayas de nieve,
  te enterraré.



De Mundos, 1937. (Traducción de Berta Vias Mahou)


viernes, 16 de diciembre de 2016

Mientras duró el olvido


Viniste sin avisar. No te había reclamado. Habían pasado tantos años y, sin embargo, algunas noches de insomnio recordaba todavía el sabor del vino blanco, las tímidas palabras, los ojos extraños, las caricias oscuras. Me hiciste olvidar y fui animal agitado, violentado, rendido. Mi pequeña dentellada inofensiva, tu aullido enajenado, un rayo fulminante, el cielo hecho pedazos, pájaros heridos abandonándonos, casi muertos, el sudor como llanto de tu sien. Llegaste y me hiciste olvidar y confundir
 delicia con dolor.  Luego el perdón mudo en el último abrazo. Y otra vez, la pérdida hecha costumbre, la lejanía de un tren.








domingo, 11 de diciembre de 2016

Czarne włosy*

Debido a F.




Encender la noche, la única noche,

injertándome en bulbos de luz.






* Black hair en polaco.



sábado, 10 de diciembre de 2016

Éxtasis de la pérdida


Sola.
Todos se han marchado. 
Les eché y se han marchado. 
Era inalcanzable, 
había que tocar fondo, abajo, muy abajo, 
escarbar la tierra con el ruego, 
masticar las piedras con las manos. 
Abajo, demasiado abajo. 
Pedirle paciencia al fuego,
exigirle fidelidad al barro. 
La espera duró un solo viento.
No, no les eché, no aguantaron. 
Sola.
Ojos vacíos fijados en la pérdida.
Tanto dolor abrasa, casi un gozo.
Sola.
Todos se han marchado 
Todos.
En silencio.
Todo es silencio.
Lirio.
Agua.
Cieno.
Musgo brotando entre los dedos.
Ramas clavándose en mi pecho.
Insectos devorándome la boca. 
Sola.
Tajo vertical.
Flujo anfibio.
Sacudida, gemido.
Silencio.
Sola.


sábado, 3 de diciembre de 2016

Levedad



Parc de C. B.


Me piden que mire al cielo, a la copa de los árboles, que me deje eclipsar por la luz. Que vea el día. Obedezco. Madrugo. Casi sucede el milagro. 

El pajarito rechoncho que se acerca audaz y escapa, el cromatismo dorado que ciega a mis ojos hechos de sombra, el crepitar de las ramas en la ausencia de ruidos. Casi el milagro...

Una hoja allí arriba se tambalea. Me piden un verso de vida. Mi lengua lenta y perezosa trata de balbucear, de recomponer los sonidos. Pero enmudezco. Porque qué le importa a esa hoja - al mundo - si yo la contemplo y lo digo, si me ciego y me silencio, si la veo o no caer.