martes, 21 de febrero de 2012
No te quiero
No verbalizar, callar, aguantar, sangrar por lo indecible, tragarme las palabras como cuchillas que me desgarren adentro, bien adentro, justo en ese espacio cálido y frutal en el que te has ido acomodando para destrozarme la vida.
jueves, 9 de febrero de 2012
Despierta, madrugada
Desde que ya no hay noche a solas no hay nostalgia. No me pregunto, luego no me respondo.
Me he dejado abandonar en una lasitud de la que no me puedo reponer. No hablo de un drama; había que sacrificar algo por atrapar el aire y apagar la oscura sed, para vivir sin la congoja de los días inciertos, tan pensados, tan desfigurados. Por eso lo di todo, todo lo que tenía que era tan breve y extraño, encerrado en mis pequeños puños, rechacé la palabra sentida con toda su fuerza. Entonces callé para siempre y hasta ahora todavía.
No tengo nada que decir. Soy feliz.
No tengo nada que decir. Soy feliz.
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La sombra vibra-la vida vibra
viernes, 3 de febrero de 2012
MARÍA ELVIRA LACACI
LA PALABRA
Yo te quiero sencilla. Acaso pobre.
A veces,
vas a brotarme de organdí vestida (sin querer
me florece el lenguaje de otros seres).
Con amor te desnudo.
Quedas como mi carne.
Como mi corazón y sus latidos.
A menudo,
igual que los pequeños
ante una tienda de juguetería,
pego la cara
a las brillantes lunas
donde se venden las palabras bellas.
Las admiro.
A otros les sientan bien. Si me las colocara...
Las aparto al momento
porque a mí no me sientan.
Y de nuevo voy cogiendo brazados de palabras
entre la hierba fresca
y bajo el cielo.
(De Al este de la ciudad, 1963)
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A la sombra de otra voz
miércoles, 1 de febrero de 2012
Wislawa
Al alba llegó en sueños la señora tan amada, tejedora primigenia de mi cordón umbilical, para decirme algo, no sé qué, no le entendí, estaba llorando por la emoción del reencuentro. Desperté y en los periódicos despedían a aquella entrañable poeta de las tierras nevadas que tanto me recordaba a la señora amada. Entonces comprendí el mensaje: ya estaban juntas tomando una tacita de café y hablando de sus cosas. De la vida, de mí, de la poesía (aunque la señora tan amada nunca me habló de poesía, ella era un verso elegante y bien medido). Y que allí me esperan, pero que no tenga prisa.
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