Al alba llegó en sueños la señora tan amada, tejedora primigenia de mi cordón umbilical, para decirme algo, no sé qué, no le entendí, estaba llorando por la emoción del reencuentro. Desperté y en los periódicos despedían a aquella entrañable poeta de las tierras nevadas que tanto me recordaba a la señora amada. Entonces comprendí el mensaje: ya estaban juntas tomando una tacita de café y hablando de sus cosas. De la vida, de mí, de la poesía (aunque la señora tan amada nunca me habló de poesía, ella era un verso elegante y bien medido). Y que allí me esperan, pero que no tenga prisa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario