domingo, 19 de julio de 2015


Es verdad, nunca supe escribir para complacerte. Ni a ti ni a ellos, tan altos los altares del poema. Mi palabra no fue capaz de liberarse de la esclavitud de mi fisonomía. Renuncio. Sigo el ejemplo de terrible sensatez de Ingeborg:  

                           "(que sea. Que sean los otros) Mi parte, que se pierda."




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