Las palabras se han roto.
El poema nunca existió.
Ni el piano ni el pincel.
Tampoco el tutú celeste
de pequeña alegre bailarina.
Nunca existió ni el abrazo ni el latido.
El placer o el anhelo de algo.
Tal vez solamente la verdad
de una larga lágrima ardiendo.
El acero transversal
afirmando la honda herida.
El final dilatándose en el más terrible
parto.
***
Mi niña muerta,
canto azul enmudecido.
***
La lava soterrada preparada para el duelo.
El nido vacío.