viernes, 9 de mayo de 2008

Uve



Lo siento, muchacho del barquito, ponerse a rivalizar en dolor y en empatías puede resultar peligroso. Y yo no sé tratar con esta clase de ardor, que nace afuera y va soplando bocanadas de fuego abrasando cada una de las capas de la piel y que cuando llega al fondo a tocar la última célula, quisiera estar en la cumbre del pico más alto de la tierra para tirarme y rodar y no ser nunca más un cuerpo dolorido. No comprendo los dolores físicos. Me tiran tanto los puntos de sutura, que me vuelven rabiosa, violenta, me afilan los dientes y sólo me presenta a supuestos enemigos. Y yo cargo, enajenada, todos malos, todos mezquinos, todos odiosos. Quizá no estoy tan sola como quisiera (llorar es bueno, dicen, limpia las cuencas, sanea el alma)y mis malas maneras no son más que el modelo acartonado de cómo comportarse ante la desconfianza. Mañana será un poco menos grave, lo sé y quisiera que estuvieras sentado a mi lado cuando lance con furia la piedra al río, y que no contemos nada más que las ondas centrífugas que dibujará el impacto sobre el agua. Lo siento. Y para sellar la paz, haré que mi barquito de papel también navegue con valentía.




1 comentario:

Fernando dijo...

Come une pierre que l'on jette dans l'eau claire d'un ruisseau et qui laisse derrière elle des milliers de ronds dans l'eau.....Así te veo en el margen izquierdo del rio.....