Me arrastro por el suelo
agarrada a tus últimas palabras
-como a la cola de un caballo
indomable
que se aleja hacia el lugar que yo quería
junto a ti-
para que no se me escapen,
para que no las olvide,
para que no se vayan contigo
hacia ese exilio indefinido
del que no me avisaste
y sin embargo ya intuía
cuando tu abrazo resbaló
incompatible
con mi cuerpo escaso,
con tu voluntad de acoger
en tu deseo a una idiota
como yo.
(15/07/09)
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