Sus tildes, correctamente colocadas, la enamoraron.
Hicieron el amor -todo el día, toda la noche- susurrándose reglas, etimologías y gramáticas degenerativas.
Gimieron onomatopeyas y el acento tónico estalló en el cielo.
Abrazados, escribieron en sus cuerpos sin faltas de ortografía, marcando la tristeza de un punto final.
Se despidieron, para siempre, sabiendo que, a partir de ahora, sólo volverían al sexo analfabeto, a la desolación de las haches perdidas.
Ella no logra olvidarlo y, al consultar el diccionario,
recuerda el placentero amor y se hecha a llorar.
P.s. Basado en una historia muy real...