viernes, 16 de enero de 2009

En delirante himeneo



quieres abandonar tu tierra, deshacerte de todas tus posesiones, desvestirte completamente, venir corriendo hasta mi pecho, quedarte allí dormido para siempre. "Para siempre, Cecilia, sólo tenemos una vida, pero la necesito contigo". (Es curioso que llueva cada vez que me piden la vida). Lejos, a lo lejos me veo pisoteando las flores, quemando nuestros libros, rompiendo las cuerdas de mi piano, deshilachando vestidos, acabando con todo lo que es hermoso.

Y sin embargo negarme para seguir expuesta a la corriente, qué gran sacrificio sólo por comprobar qué aún padezco y respiro.




3 comentarios:

Vanlat dijo...

Me encanta, aunque parezca triste y la lágrima se va recorriendo y sanando cuestiones...

AnadelasTejasrojas dijo...

Esta vez...(((No dejes que los paraguas se queden a solas...en la ducha')))

Saludos Cecilia.

Cecilia Sainte-Naïve dijo...

Bueno, no es tan triste darse cuenta de que estaba destinada a la lluvia. Incómoda bajo ese rincón de paraiso, como le llamaba Brassens.

Un beso, amigas.