(Volviendo de Lisboa, remontando el Tajo)
La pequeña de la boca de sal
y manos de piedra
planea en el aire una intención
sutilísima
que pasa imperceptible.
Él no sabe interpretar sus señales
(no lo sabe él, no lo sabe ninguno)
y el corazón se angustia
por sufrir tantos encierros.
Mi fuego preso.
6 comentarios:
Aibá!
Había olvidado lo bien que escribe usted.
Yo ando sintonizado con el mundo estos días...así que cualquier línea que se me ocurre se me torna estúpida...vendrán tiempos peores.
(eso espero)
Un placer re-leerte.
Un abrazo-sincero
¿Tú crees que no sabe él y no sabe ninguno de verdad? O, quizá, ocurre que él no quiere saber, ella no sabe decirle y nos extendemos en ese desconocimiento, en ese no ser sino en aquello que nos dicen y caemos, caemos en algo así como un barrizal que se agranda y se agranda y nos ciega...
Quizá el barro no nos deje ver, habrá que sacárselo de los ojos.
O sacarse los ojos y dejar de ver.
Así es pequeña Cecilia: tu amor viajaba en sueños por tranvías de colores que nunca iban a ninguna parte pero que volvían de todos los rincones para seguir remontando el Tajo
!Qué bien escribes chiquilla!
Tu viejo plzasta de antaño.
Saludos
a veces la sonrisa se vuelve un escudo
imperceptible y presente
igual que la luz del sol
cuando nos decidimos a mirarlo de frente
..nada escapa
.nada se queda
me encanta este poema, es una maravilla
me encanta tu forma de escribir
hace mucho tiempo que te leo y he tardado mucho en decírtelo
un saludo
Muchas gracias, amigos, por venir y revenir.
Un abrazo muy fuerte
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