a los que me habéis dejado palabras tan calurosas como el más fuerte de los abrazos.
Me encuentro debilitada y demasiado entristecida para escribir (¿más que de costumbre?, se preguntarán), incluso para enunciar, pero sigo viva, al fin y al cabo, y con el pecho todavía palpitante. Ahora me retiro a mi esquina ensombrecida, a contemplar lo que sucede mientras yo callo, a esperar el día en el que podré volver a decir y suene un canto.
Un abrazo fortísimo.
Cecilia.
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