martes, 22 de noviembre de 2016

Nunca será mañana




Nunca me has oído leer.
Nunca me has oído decir.
Nunca supiste qué amalgama 
de delicias y dolor
compusieron la voz
que se frenó una y otra vez
frente a la muralla de mis labios.

Nunca me contemplaste
llorar mientras reía
mover el universo con los ojos,
vestirlo de belleza
y destruirlo con gritos
callados. 
Nunca sabrás si fui la que imaginaste:
una aproximación ilusoria o verdadera
de tu borrador equivocado.

Nunca sabrás cómo fue escrita
cada palabra
Dónde.
Cómo la postura de mi cuerpo.
Qué música sonaba en mi cabeza.

Nunca me verás porque no puedo ser vista.
Soy ese fantasma que creyeron que nació
y al que falsamente dotaron de vida.

Nunca me verás porque aquí
decidiste y decidí
que acabaría todo.







ps. Nunca escribí. Escritura automática. Fui canal de alguien, médium. Tal vez de mí misma. Ya no tengo nada más que decir (o sí, tomando a Alejandra, hacer el amor contigo dentro de un poema sin que ni yo me diese cuenta de ello. Pero no, no tengo nada que decir). No vendrá nadie después a leer mis labios muertos, descompuestos, olvidados. Nunca será mañana. El hilo se ha roto. Fin. Fin. Fin.


1 comentario:

Miguel dijo...

Siempre somos canales de lo que decide expresarse en nosotros, tenemos al menos la libertad de tomarlo o rechazarlo y de seguir el rastro de su sentido. Como Spinoza, en el peor de los casos descubrir con claridad la necesidad de todo, nuestra falta de autonomía real nos tiene que llevar a la serenidad del péndulo, que marquemos la hora de lo que con motivo o sin él ha de ser continuado o transgredido, en el conjunto de los tiempos. Porque lo que decide expresarse a través de nosotros es bueno en tanto que necesario. Es una visión que dota de inocencia a todo. No huyas de ti.