domingo, 11 de febrero de 2007

ANNA AJMÁTOVA


EL SÓTANO DE LA MEMORIA


Es absurdo que viva angustiada
y que los recuerdos me acosen.
No visito a menudo a la memoria,
pero ella siempre viene a asombrarme.
Si con una linterna bajo al sótano
me parece oír cómo retumba
un terremoto en la estrecha escalera.
La linterna se apaga, no puedo volver,
y sé que voy directa al enemigo.
Pido clemencia... pero allí
es todo oscuro y quieto. Ya se acabó mi fiesta.
Hace treinta años que las damas despidieron
a aquel pillo que se murió de viejo...
Lástima, he llegado tarde.
Se me ha prohibido aparecer en parte alguna.
Pero toco las capas de pintura en la pared
y junto a la chimenea me caliento. Qué maravilla.
A través del moho, el aire enrarecido y el hedor
brillan dos verdes esmeraldas.
Maúlla el gato. Vamos a casa.

Pero dónde están mi casa y mi razón.


18 de enero de 1940

2 comentarios:

Anónimo dijo...

"Dame la mano, Cecilia, y olvida la serpiente"

Un abrazo

***


Poema de Santos Domínguez

ESTELA ÁTICA
¿Lo recuerdas, Eurídice?
¿Recuerdas tu vigilia de sangre por la aurora?

Yo había parado el tiempo con la tristeza dulce
de mi lira sin sueño.

Ya habíamos derrotado al veneno, al espasmo
mineral de las rótulas.

Iban quedando atrás las islas del espanto
de un reino tenebroso.
Las fieras nos miraban desde la lejanía
del lago de los muertos.
Por las aves nocturnas
corría el escalofrío de su mirada ausente.

Dame la mano. Mira
cómo brilla la noche callada de los ríos,
cómo nada, intocable, la sombra de los peces
por el secreto centro líquido de la luna.

Dame la mano, Eurídice, y olvida la serpiente.

Escucha cómo suena
el misterio del viento en las altas estrellas;
oye cómo se afina
en los caballos jóvenes su impaciencia de orgasmos,
cómo crece en la hierba la noche de los lirios,
la noche conmovida en su concierto de agua.

Pon tu mano en mi espalda y déjate guiar
por la música oscura de las constelaciones.

No mires todavía.

Ya ha levantado el vuelo el pájaro imposible
que ardía por tus ojos.
Ya se aleja hacia el hielo su llama desolada.

No nos separa el aire ni la impaciencia blanca,
nos separan los tiempos distantes del deseo.

En el bajorrelieve tu frente inalcanzable
no volverá a soñar
la noche de los peces.

Cecilia Sainte-Naïve dijo...

Nunca pude imaginarme, cuando cruzábamos los silencios por los pasillos de mis años de instituto, que aquel hombre tan recto y lejano, tiempo después llegara a atravesarme con un poema.


Muchas gracias mi apreciado Anónimo, por estas letras y por todas. Por no alejarte de mi extraña Vera.