jueves, 8 de febrero de 2007

Sed de entierro


Hasta dónde. Dónde estarán los límites de mi impaciencia.

Cómo de honda es mi insatisfacción, si arrojo mi cuerpo a su vacío
y nunca llego a tocar fondo.

Examino mis poros uno a uno y no encuentro un solo indicio de raíces. No puedo quedarme aquí, ni allí ni en ningún sitio. Más de tres meses rozando el mismo suelo, mi trasero errante se desespera. Y camino y camino y sigo caminando,
jamás abandono la esperanza de que una coordenada se convierta en mi reposo,
pero es inútil, todas estas ciudades están construidas sobre arenas movedizas.

Y sin embargo nunca llego a tocar fondo.




2 comentarios:

Anónimo dijo...

Sed de entierro? JAMÁS
Esperanza? SIEMPRE.

SALUDOS DE TU VISITANTE ARREPENTIDO, QUE DEJA EL VIEJO CEREZO HELADO Y SE INCORPORA A TU ESTUFA POÉTICA
GRACIAS

***


NO SABER

Sólo la muerte dice con franqueza
-y no a quienes con ella se van: únicamente
a los que aquí se quedan tras su paso-
que algo se terminó. Todos los otros
sucesos y avatares esconden el secreto
de su final, que pasa inadvertido
al corazón y al ojo. Por fortuna, no hay
certidumbre del punto en que una cosa acaba:
conocer hasta el fin siempre es dolor.
Así teje la vida
los días y las noches del existir. Y en ese piadoso no saber, en esa trama
de compasiva oscuridad,
no falta nunca el hilo luminoso
de la esperanza.

Eloy Sánchez Rosillo

Anónimo dijo...

Hace mucho (mucho) tiempo que te leo en silencio, aunque no siempre fui silencioso visitante de tus impromptu. Hoy rompo ese silencio ante la presencia de Eloy Sánchez Rosillo, que solamente una mano de extraordinaria sensibilidad (¡plas, plas, plas! anónimo visitante) puede traer tan bien encajado a tu texto.

Y pienso en el horizonte de los pasos, ese tan lejano de todo y que obliga a mantener alta la cabeza y fija la vista, ese inalcanzable que nos empuja y ayuda a seguir caminando.

¿El fondo? EL fondo está en nosotros mismos (creo).

Un abrazo, y suerte.