lunes, 15 de junio de 2009
El vuelco
El ciempiés hibernaba mientras dibujaba círculos en las profundidades de la tierra. A las 12 y 5 minutos de la noche asomó su cabeza, su lengua levemente envenenada (lo suficiente para hacerme consciente del desgarro) para lamer sádicamente mi pezón izquierdo y recordarme que el hueco que a cada uno de ellos destino deberá sin embargo estar siempre vacío.
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desconexiones
4 comentarios:
" ...que el hueco que a cada uno de ellos destino ..." ¿Cuántos cienpiés habitan en ti?. Suponiendo que ese cienpiés no lamiscara tu pezón izquierdo ... ¿Olvidarías que el hueco que destinas para él deberá permanecer vacío?.
Si yo fuera un ciempés, evitaría dolorosamente lamiscar tu pezón izquierdo y ¿sabes? ni cuenta te darías que me he instalado en el hueco que me toca ... y sería feliz, y tú conmigo aunque mirara a la distancia tus pezones.
Ayer llegué al baño del sexto piso, la gente estaba en el piso quinto, según me dijo mi compañera. Luego se quitó la ropa, miré con precaución su ropa interior colorada y sus pezones bien marcados y grandes, en su pecho redondo y pequeño.
El ciempiés me asemeja a, la porosidad de una lengua bien afeitada con un poco de helado en la punta: como para resbalar lo dulce por sobre la textura pálida del pezón que últimamente he besado.
Como sea que se venga entiendo que el pezón, inevitablemente, es alguna más de las tanta lenguas que cada una de ustedes tiene, que inevitablemente son una sustancia preciosa, que inevitablemente es una palabra larga, como la lengua contra la lengua, como el ciempiés montado en tu ciempiés.
Pero no, el ciempiés es la animalización de una angustia. "Ellos" son los ya hombres anónimos que se fueron de mí, sin despedirse.
Ah, era eso.
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