lunes, 30 de noviembre de 2009

La historia de desamor de la niña lechuza (VIII)



El lagarto me dejó rota, él lo sabe
y bromeamos con ello
mientras le rozo con mis pedazos
más lacerantes.
(Pienso, qué guapo estás, bichejo,
qué bien te sienta el amor).
Él los acepta con su mejor sonrisa,
en una rendición que me incomoda.
Me siento culpable por repudiarle,
por desear con todas mis fuerzas
arrancarle la piel a tiras, a arañazos secos.
He perdido y no puedo hacer nada.
He perdido, simplemente,
he perdido una vez más
y me irrita este despecho velado
que me he negado a gritar,
que yo misma me he obligado a curar.



1 comentario:

Stalker dijo...

Me encanta esta historia de amor de la niña lechuza...

rozar con los pedazos más lacerantes, eso significa haberse quebrado, astillado antes. Doler así, y acariciar lo otro desde ese dolor...

abrazos