domingo, 20 de abril de 2008

Contar los sueños para que ¿no? se cumplan

Parte nº 1.

papá y yo vamos en un coche, él conduce desde el asiento del copiloto, yo voy detrás. Recorremos las afueras de una gran ciudad, ambiente de puerto marítimo y polígono industrial de extrarradio. Algo de la A-5 de Madrid y de Huelva, pero no es ninguna de esas dos ciudades la que recorremos. Papá pregunta a dónde y yo por fin me animo a enunciar mi antojo: "déjame por la calle L***". Quiero verle y cada vez más se convierte en un deseo ansiedad, en necesidad imperiosa de que no se acabe el día sin que haya llegado hasta su portal. papá no sabe por dónde y a mí se me ha olvidado el camino, me vienen flashes, sí, tienes q ir hasta el final de esa avenida y luego tomar la segunda calle. No, me he equivocado, nos alejamos cada vez más y este sitio no me suena de nada. Entonces paso al asiento del conductor, quita, déjame sitio, y abro el mapa de Madrid que para mí es el de Barcelona. miro al centro, entre cuatro calles una señalada con un círculo. por qué no lo habría mirado antes. papá ya no está conmigo. entro en un barrio de cáceres pero que es el de su casa. se ha hecho de noche, he de darme prisa o no lo pillaré. aunque no entiendo qué sucede que me entretengo, sí, es urgente, pero me entretengo y me entretienen. está en un bar, algo me lo dice y lo veo a través de una bola mágica. dónde, dónde, dónde. Está con ella.

Parte nº2.

abro el mapa de barcelona. me falla la visión, las calles borrosas, las líneas de metro y autobús se difuminan. yo estoy aquí, la estación de renfe allí y... su casa allá. tan lejos, tan lejos. veamos, no hay conexiones directas, he de enlazar. primero hacia renfe -y en mi imagen mágica distingo los andenes de Sants-, luego pillo la línea ** q me deja en *** y de ahí hasta su ciudad (cómo puede ser que la viese en el centro), no, me viene mal y se me hace tarde para tanto trasbordo. la 120 de bus. sí, esa es. y sin saber por qué, de repente elijo otra solución. la línea 5 azul claro de metro sobre la superficie que bordea el norte y en la parada tal pillaré la línea 2 roja (2 roja, como aquella entre quevedo y cuatro caminos, te estuve esperando en mi casa ese verano de madrid). Anochece y me agobio, pronto acabará el transporte y no sé si me dará tiempo de llegar a mi destino. Subo a una colina de aire granadino, parece otra ciudad, sin duda, y apenas encuentro gente. Monto en el vagón. Pregunto, siempre pregunto cuando de transportes se trata. El tren avanza y empieza a dejar atrás la ciudad. atravesamos caminos muy estrechos, el paisaje se vuelve olivares, tierras despobladas. Principio de angustia. ¿será ese el camino correcto? Una señora rubia canosa de pelo recogido en un moño me advierte que el viaje acaba en otra provincia- cómo que vamos a Tarragona!- y que esta línea no me deja en la ciudad. ¿y puedo dar media vuelta? no llego, no llego, anochece, cómo volveré, no, no, ya no podré verlo. sí, pero párate en la próxima, en M. y espera el de vuelta. ¿habrá tren de vuelta? tengo que arriesgarme, no puedo acabar en otra provincia, tan lejos tan lejos. ya ha anochecido. la parada al aire libre tiene tres bancos de piedra. veo una puerta abierta, entro y encuentro a una niña rubia en pijama rosa sentada en un sillón de su salita de estar, la tele y la luz del techo encendidas. le pregunto si éste la parada donde hay q esperar el de vuelta y asiente con la cabeza. pero estoy tan lejos. se hizo de noche. no hay servicio nocturno. estamos muy lejos, no puedo marcharme andando y siento algo de miedo y angustia y a la vez necesidad de verlo, ¿me habría abrazado? me han ofrecido quedarme en su casa, su mamá, la hermana mayor, el padre y el hermano y sus amigos que buscan algo en el pantano de al lado. Un niño se ha muerto ahogado. No le damos demasiada importancia. Necesito que amanezca, necesito retomar el viaje, dar marcha atrás y montarme en el bus 120. el día pasa y deshago mi pequeño equipaje. no te preocupes, te acercaré a la ciudad más tarde, dice la madre. el padre me mira en silencio desde su dormitorio. poco a poco me voy desnudando contra mi voluntad, como si alguna mano invisible me estuviera deshojando. no quiero estar aquí. empieza a llover, el coche ya está preparado. chicas, el equipaje. guardo en una maletita muy fina todo lo que traía, a toda prisa, se me van cayendo pendientes y horquillas de mi cajita, las recojo a zarpazos, lo que quede en el suelo no puedo. vámonos, vámonos ya. Me meo, me estoy meando tanto, pero no puedo detenerme, debemos irnos ya. acuden las vecinas a despedirnos. ¿asi que volvéis a Igualada?

despierto

2 comentarios:

Carz dijo...

Es inevitable llegar a tiempo al destino.
Tanto como no despertarse mientras se respira.

Pierde cuidado... y disfruta de Montserrat.

Cecilia Sainte-Naïve dijo...

debería ir, sí, sí, sí y hacer como si me hubiera perdido, como su hubiera llegado hasta allí contra mi voluntad