domingo, 15 de enero de 2017

Despedida en el frío




Las cuencas de los ojos de la pequeña ciega arden de tanto llanto en combustión. Se abraza a este árbol helado, a las páginas que no sirven para nada. Tiene tanto frío, la inclemencia del cuerpo que se abandona. Se abraza al árbol, al cerezo helado, al cobijo frío. Se abraza desesperada a lo único que es capaz de alcanzar. Las cuencas de los ojos arden. Y se hace el milagro: el árbol empieza también a arder.


En el incendio todo desaparecerá.




(Gracias por diez años de palabras sin rostro y de cariño furtivo.)


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