martes, 19 de febrero de 2008

La sed


Vivo junto a un pozo rebosante de agua que no cambia, ni sube ni baja, permanece. Y no bebo. Vivo junto a un pozo a la izquierda de un manantial de agua fresca, inagotable, que no cambia. Y no bebo. Vivo junto a un pozo a la izquierda de un manantial en la ladera de una montaña hija única del deshielo. Nunca me falta el agua y sin embargo no bebo.

Porque vienes (nada que reprocharte, yo toda soy deuda) a dejarme en la boca sorbitos y sorbitos para saciar mi insatisfacción, en una tacita impoluta, sin un solo borde peligroso para mis labios, decorada con motivos en los que ya se descubre el amor, moldeada con tus manos de hombre bueno que no merece una mujer de tristeza y viento. Gotita a gotita y tú sonriente. Pero yo no siento más que sed.

Mi deseo nunca dejó de pensar en las tierras más lejanas.






5 comentarios:

Carz dijo...

Nunca se sabe que es lo que se merece un hombre. Aunque parezca bueno.

Quizás mereciese no tener sed cuando se tiene agua y morir de sed cuando está en un desierto.

Y qué decir de una mujer de tristeza y viento: quizás mereciese un velero y un mar en el que naufragar después del viaje.

Pero nunca se sabe. Eso es cierto.

Cecilia Sainte-Naïve dijo...

quizá una tierra que se destruyese de mes en mes y una memoria débil. o también desaprender lo que es y significa es agua y esperar a que el mundo se desmorone por sí mismo.



yo qué sé lo que se merecen las mujeres de viento.

Cecilia Sainte-Naïve dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Fernando dijo...

Nadie se merece a nadie. En la entrega está el merecer-se.
Besos

Fernando dijo...

Nadie se merece a nadie. En la entrega está el merecer-se.
Besos