martes, 4 de septiembre de 2007

La voz dormida




Le duele la memoria del deseo invertebrado, de la vida en el último segundo antes de perder. Entra en el túnel apretando fuerte, todo lo fuerte que puede, el puño (izquierdo), como si en ello consiguiera reventar la Historia. Se oculta tras unas enormes gafas oscuras, mampara que defienda la intimidad de sus lágrimas, porque tuvieron que callar, porque ahora sabe que la verdad es irremisible. Y sólo se repite que el monte , el monte, vivimos en un monte que no es lugar para besos, el monte en el que los besos se juzgan, se desgarran, se ahogan, se pierden. Se matan. Pero te retendré para siempre, amor mío, en mi cuaderno azul, aunque sea bajo el dolor de las cosas que se callan.


2 comentarios:

Isisbe dijo...

La voz dormida... precioso libro.

Cecilia Sainte-Naïve dijo...

Hacía mucho q una lectura no me hacía llorar. Una no vuelve a ser después. Libro imprescindible para la memoria colectiva.