Le duele la memoria del deseo invertebrado, de la vida en el último segundo antes de perder. Entra en el túnel apretando fuerte, todo lo fuerte que puede, el puño (izquierdo), como si en ello consiguiera reventar la Historia. Se oculta tras unas enormes gafas oscuras, mampara que defienda la intimidad de sus lágrimas, porque tuvieron que callar, porque ahora sabe que la verdad es irremisible. Y sólo se repite que el monte , el monte, vivimos en un monte que no es lugar para besos, el monte en el que los besos se juzgan, se desgarran, se ahogan, se pierden. Se matan. Pero te retendré para siempre, amor mío, en mi cuaderno azul, aunque sea bajo el dolor de las cosas que se callan.
2 comentarios:
La voz dormida... precioso libro.
Hacía mucho q una lectura no me hacía llorar. Una no vuelve a ser después. Libro imprescindible para la memoria colectiva.
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