I
Ya no pienso en árbol, nube, pájaro.
Sólo en alambres, llanto y lejía.
(Me arrancaría el cuerpo
sus accidentes y más adentro,
lo invisible
una y otra vez, a ver si acaso
así, tal vez, algún día...)
No, ninguno me quiere.
II
¿Quién puede cantar con esta desazón
entre los pechos?
He tratado de helarme la sangre,
de afilarme las garras postizas,
de zigzaguear entre matorrales
sin pensar en amor, amor, amor
pero no ha servido de nada.
Vives constantemente en deseo,
se atrevió a decirme el bichejo.
Sí, deseo con mi barquito de papel
soñando desde la orilla
una tierra tan lejana e inaccesible
para quien no pide nunca nada
a cambio
(¡Llévame, llévame, llévame!)
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