Todo día es un ensayo de tinieblas, de imponer un olvido tras otro olvido mientras se atraviesa, de puntillas, un campo minado.
Cada día es un recordatorio de imposibilidad para los vencidos.
Día a día, un rostro se dibuja con pigmentos de sangre mostrando el revelado de la escena de aquello que, sin embargo, nunca ha de olvidarse: la sombra diminuta de un cuerpo mutilado que perdió batalla de vida contra su madre. El silencio helado de esta zanja.
H. Górecki, Sinfonía n.3, Op. 36