(Al otro lado de la trinchera, uno de ellos tiene treinta años y va sobrado en valor. Excava una zanja y se cuela hasta este lado, no le importan los cortes de esas lazos espinosos cuidadosamente anudados, no deben hacer demasiado daño, soy una blanda y todos lo saben. Me saca un pañuelo blanquísimo, limpísimo, embriagadísimo en suavizante, ¿vienes en son de paz? ah, no, es para quitarte los mocos y secarte las lágrimas. Me recoge en un abrazo y me recuerda lo hermosos que son algunos imbéciles enamorados, boba mía, vámonos a casa, ya está bien de jugar a morir).
No hay comentarios:
Publicar un comentario